El 24 de octubre arrancaba la Txiki Kopa CX 21, nuevo torneo en el que alevines e infantiles podíamos competir en circuitos adaptados de ciclocross, en diferentes municipios de Bizkaia. Aunque la organización recomendaba el uso de bicicletas específicas, para aumentar la participación admitía también las MTB.
Así pues, un grupo de intrépidos pollitos cargamos nuestras monturas en la furgoneta del equipo rumbo a Berriz. Una mezcla de nervios, entusiasmo y expectación por lo que nos depararía la que, para algunos, era nuestra primera carrera.
Calor, hacía calor. Pero una muchedumbre de contrincantes ya se agolpaban a nuestra llegada, en la que sería la línea de salida, junto al velódromo que utilizaríamos para ir calentando las piernas y templando los nervios. Aunque eso significaría que saldríamos en la cola del pelotón, no importaba. Queríamos participar y pasarlo bien, la lucha por las primeras posiciones se las dejábamos a otros.
Daba comienzo la carrera, el firme era llano y duro. Pero, ¡caramba!, ¿Qué hacen unas escaleras ahí? Tocaba bajar de la bici y cargarla al hombro para subir los peldaños, esto no estaba en el guion; pero nada que no solucionen esos musculosos brazos que calzamos con diez años en Barakaldo. ¡Qué circuito tan fácil!
Se van sucediendo más carreras. En Amorebieta el otoño se hace notar, comienzan a caer las primeras gotas de lluvia. El terreno está blandito y, como llegamos pronto, nos dejan dar unas vueltas de calentamiento en el circuito. A una primera recta sobre asfalto le seguía un recorrido sobre hierba que comenzaba con una pared de barro que, más que subir, había que escalar. Estrenamos dorsales y salgo con una rueda pinchada, pero aguanta bien la carrera.
Esas primeras gotas se convierten en diluvio ya en Lezama. Se sortea el orden de salida y, para variar, salgo en la cola. El recorrido es divertido con subidas, bajadas, dunas de arena, mucha agua y más frío. Era difícil completar una vuelta sin besar el suelo. Beso de despedida y hasta la siguiente vuelta, que hay que levantarse y seguir. Tras la carrera corriendo a secarse, cambiarse de ropa y tomar algo calentito. Hoy creo que a los pollitos se nos ha cambiado el color de las plumas.
Ya es 12 de diciembre. Me encuentro en Igorre, hace una mezcla de frío y calor. Hoy es la última carrera, estoy solo representando al equipo, ¡qué responsabilidad! Ya no llueve pero las precipitaciones de los últimos días han anegado el terreno.
Se sortea la salida, de nuevo atrás. Las ruedas se hunden en el barro más de diez centímetros. Quizás vaya más rápido a pie. Bajo de la bici y comienzo a caminar. Al primer paso, otro inconveniente. ¡He perdido los zapatos en el barro! Los recupero, y prosigo la carrera. Me he quedado atrás, pero noto el aliento del público, me animo a mí mismo y comienzo a recuperar posiciones. No es suficiente, tras la primera vuelta, nos han cortado a algunos participantes por no llegar a tiempo. Me siento frustrado, pero en el fondo agradecido, esta etapa fue un infierno. Me invitan a un chocolate caliente, pero no lo quiero. Toca lavar la bici, quitarme de encima varios kilos de barro y llegar a casa.
Se acabó la Txiki Kopa, ¡qué pena, quería más! Pero no importa, el próximo domingo quizás toque domar las rampas de Gorostiza, navegar a ciegas (y sobre ruedas) por las sucias aguas de la Orconera o ver qué esconde el Argalario bajo su falda.
Mikel Lacabe
Baraka Bike
13 de diciembre de 2021