Crónica másters San Vicente de Arana desde dentro

El Domingo 17 de Junio se disputó la 4ª prueba de la challenge alavesa – montaña alavesa, en San Vicente de Arana. Una prueba que por su apellido (montaña alavesa) y por su perfil y desnivel (76kms, +1450mts.), ya auguraba que iba a ser un día duro. Como no somos un caballo ganador, ni siquiera un burro de carga, la intención era acabarla en el pelotón, o no muy lejos.

(…)

Salimos a las 10.30am, en bajada, y tras los primeros 10′ en los primeros sube-bajas empieza a haber ataques y se forman las primeras fugas del día. Tras cada ataque y curva, el pelotón se estira y se afila, así que toca esprintar una y otra vez y buscar el resguardo del ciclista de delante, bien cuadrado en la bici para ahorrar energía. Según se forman y marchan las fugas, el pelotón se relaja y vamos subiendo a ritmo.

Llevamos poco más de 30 minutos de carrera y unos 38km/h de media, 10kms de bajada y ya 14kms de terreno ascendente, y las primeras unidades empiezan a visitar la cola del pelotón. Pero llega terreno favorable y nos reagrupamos. A varios centenares de metros por delante vemos la fuga, y a nuestra altura se siguen sucediendo ataques, así que el pelotón se vuelve a estirar, y nos relajamos de nuevo. Empezamos a bajar, y por sorprendente que parezca, los corredores están relajados, no aprietan. Levanto la vista y entiendo qué pasa: llega la ascensión del día, el Puerto de Iturrieta, con un muro inicial que asusta desde nuestra perspectiva.

 

Empezamos a subir el muro, miro al frente y veo como todos (no sólo los malos) se retuercen sobre sus bicicletas. Rampas de hasta el 20%, 14km/h, poco más de 1′ que parecen 10 y las piernas ardiendo. 366vatios de media. Salimos del muro y enfilamos el resto de la ascensión del Puerto de Iturrieta, con bastantes dudas de si aguantaremos con el grupo.

El pelotón pierde definitivamente unidades de la cola, y otros van cayendo inexorablemente hacia ella. Hemos empezado mal colocados la ascensión, estamos cerca de la cola, y ganar posiciones nos es imposible. Vamos aguantando y parece que suaviza, pero nada más lejos de la realidad. Entramos en la última parte con un par de repechos que la gente hace de pie, a base de fuerza, y nos obliga a apretar para no perder contacto con el grueso del grupo. Seguramente esté habiendo ataques por delante, así que los latigazos en la cola del pelotón son abundantes.

 

Uf, primera ascensión salvada, pero esto no se relaja. Seguimos con latigazos según vamos bajando, en fila de a uno, aprovechando todo el aire que nos quita el de delante, y llegamos sin descanso a otro repecho de 1 km, +-2′, que la gente empieza al sprint, lo que significa: sufrimiento. La cabeza dice que no, las piernas arden, pero apretamos ya por amor propio y tenemos otro superado, vamosss. Bajamos por una carretera sinuosa que a duras penas cabe un coche y nos damos el lujo de admirar el paisaje y la hilera de corredores que la recorren. Precioso, pena de no llevar cámara para grabar el momento, pero giramos a izquierda y empieza la última subida antes de llegar a San Vicente de Arana e iniciar otra vuelta: otra subida de 1 km, +-2′, donde varios intentan saltar del grupo, lo que provoca que el pelotón se estire y vuelva a perder unidades, y a nosotros nos haga volver a exprimirnos para no cortarnos.

Quedamos cada vez menos, pero parece que seremos los que lleguemos a meta. Damos otra vuelta al recorrido descrito que ahora parece ser no tan exigente, y encaramos la ascensión final a meta: la ascensión a la Ermita de Santa Teodosia. 2,85kms al 9% de media, con rampas de hasta el 20%. Hemos gastado la última bala antes de llegar al pueblo pensando que acababa ahí y nos ha pasado hasta el apuntador, por lo que empezamos la ascensión a varios metros de la cola del grupo, sin fuerzas. Pero aquí los jueces ya no nos descalifican, así que calculamos mentalmente el esfuerzo-recompensa para coger al grupo y emitimos un veredicto: que le den.

 

El tiempo nos ha respetado, no nos hemos caido y hemos recorrido una zona preciosa para practicar ciclismo. Así que nos vamos para casa con una sonrisa de oreja a oreja.

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